sábado, 24 de agosto de 2019

La dulce tonada de la inmortalidad

La pasada Feria Internacional del Libro en Costa Rica, la Antigua Aduana, nos mostró dos poemarios nuevos de la Editorial Arboleda. Uno de Joan Bernal Brenes y otro de Jenny Álvarez. Nunca había leído a Jenny, no conocía su poesía hasta este momento. Sí la había visto en casa de un amigo poeta Adriano Corrales Arias, había conversado, escuchado música y compartido una botella de vino.

Quiero conversar del libro que leí, "Otra vez el juego, otra vez la vida". Título bastante curioso, en lo que a mí concierne el poemario se compone por un tono en su principio de ternura, romántico pero no pegajoso, con algunos contrastes de melancolía. Sobre todo es un conjunto de poemas de corte orgánico, no se nota artificialidad o nada forzado, imagines guindando de versos sin cohesión, no, hay una fuerza de unidad incuestionable.

Entre otras líneas de pensamiento que hallé noto un tono neutro, no tan feminista, ni un enamoramiento de un yo lírico desposeído y caído en el machismo, noto la libertad de la emoción, de una poética lejana de la confrontación poética, sin embargo, con un alto sentido de la querella entre el yo y el yo por eso me gustó mucho los siguientes dos versos: "Mirá que el tiempo se va/ dejando harapos en las manos". La imagen muestra la confrontación de la reflexión, una extraña posibilidad esperanzadora en medio de la desilusión.

El poemario utiliza el símbolo de la rueda, el ciclo, también usado por el poeta Adriano de San Martín, quién posee una antología con el título "Rueda de la vida". Proveniente de los pensamientos de la India. El círculo, símbolo que indica reiteración de la vida, aprendizaje, repetición, y por su puesto señala a "otra vez el mismo juego", el único que existe en realidad, el que no es ficción; pero es el más ficticio de todos, la vida, la existencia pasajera del día a día. El amor es apenas un escalón si fuera esto Súper Mario Bros.

Otro símbolo, el antihéroe. Hay un poema con el título "Héroe contrariado". Jenny Álvarez juega con la construcción semántica de la imagen del héroe diría un semiótico. El juego inicia recordado imagines de diferentes mitos. Inmediatamente la estrofa tres nos damos cuenta que ese héroe es la misma mujer, niña primero, madre después. Y le dedica el poema heroico a la mujer no heroína sino héroe, juega con el lenguaje. Además, trasforma los sentidos de esa palabra, donde el verdadero héroe es la mujer:

"Por eso te he amado varón.
Yo podría encajarme otra vez de tu costilla,
aunque el cuento dice que somos
                                                    / de diferentes planetas" (p. 27).

Contradice el mito, lo cuestiona, lo amplía, lo multiplica. Y abofetea la tradición. La controla y juega con los sentidos de la realidad con libertad y precisión:

"Por eso te invoco al filo de mi manzana,
por eso buscaré siempre la misma espiga
rebelde de tu mano,
para inventar otra leyenda".

Para inventar,
otra vez, el universo" (p. 27).

La intensidad poética mora en lo contidiano, donde le yo lírico sumerge en el poema "Sangre de pájaro": "Y lo escribo en las paredes y autobuses/ y en los diarios grises de mi ciudad". Hay otros versos que describen un yo lírico que juega con la misma autodefinición de sí misma: "Seré la loca decrépita que saca versos del polvo" la estructura se coloca como zombi, una anciana muera y flaca, pero al mismo tiempo quijotesco, liberadora que replantea su mito de fecundidad después de la muerte, dar vida cuando ya se ha muerto rompe el mito "polvo eres  y serás pasivo". No, polvo es y dará versos. Dará vida. Porque según el yo lírico: "Aún no es tiempo de perder el juego".

Y por su puesto hay otro jueguito para leer el clave de amistad un poema dedicado a Adriano Corrales y Mainor González, Américo Ochoa, Armando Madrigal, Alexander Madrigal y Eduardo Díaz: "Sigan, sigan, soplando los dados". Siga, siga, ya vendrá "ese miedo y crujir de dientes", frase de final. El juego es lo único inmortal. Siempre vamos a repetirnos, cambiarán las normas, pero siempre habrá que jugar o existir.


martes, 20 de agosto de 2019

Poesía tradición y burla

Reír, acto de suicidio. Arte de los valientes. Abrirse con un chiste. Romper una norma. Burlarse del canon. Son tan solo sueños. En realidad el inicio de la literatura fue la parodia, la comedia. Ella suele ponerse vestidos, y maquillaje para no presentarnos su cuerpo.

No sabemos como es la parodia. Pero, la vivimos la acariciamos. Mainor González Calvo, poeta costarricense. Uno de mis favoritos, escribió y publicó, porque escribir y publicar no siempre van de la mano. Sin embargo, poeta es solo el que publica. Nos trae el poemario con el título Parodias y antiparodias.

La poesía costarricense camina a pasos agigantados. Se escurre entre las técnica obsoletas y hace pasos al estilo Michael Jackson. De uno de los poemas más conocidos de García Lorca porque nos aprendemos de jóvenes esos versos... "Verde que te quiero verde"... Nos trae una parodia del mismo al modo costarricense bajo nuestro lenguaje tico: "Viernes que te quiero viernes". Donde describe en un lenguaje poético, como diría Carlos Francisco Monge el poeta a construido de palabras antiguas, en desuso, palabras tan fuera de la realidad de inicios del siglo XXI, cargadas con el tono de Lorca, con ese significativo tono musical que nos maravilla, las palabras son bellas, suenan bien, duermen en el poeta y se activan en su poesía "El transporte con sus penas/ deja el ocio descarriado/ y la gente busca casa/ como el buey busca el establo".

Aquel conocedor del andaluz reconocerá ese camino irónico, pero elegante, agradable, divertido: "Desde el lunes sólo vida/ convertida en un marasmo"... Este libro es un resumen de los maestros que debe conocer todo joven, interpretados por un lector que le dio nalgadas a sus maestros, y les dijo: -Mire, papito yo también opino-, porque la risa es respondona. La risa es crítica. La risa nunca es virgen, como la tragedia. Toma a Bukowki y lo hace en santo. O por lo menos mi interpretación de santidad, comenta la poesía: "Para darnos duro en la cabeza contra lo establecido". Lo establecido siempre es dios. Los santos, negocian sus ideas con dios. Aquí el yo lírico está de acuerdo con el maestro, pero lo acomoda a un sentir costarricense con tal naturalidad, porque nosotros somos un pueblo de parodiantes, no de creadores.

Respetando las artes mayores realiza un acomodo de poemas al estilo de cartas, arcanos mayores y menores, pero las cartas son los poemas o parodias. Ni siquiera se atreve a manifestar que su creación es poema. Tal a un Quijada loco. Tal a un metaescritor como Cervantes si saber que componía la primera novela moderna. Pues, así ni siquiera desea revelar su poema de poema, sino lo oculta, se saca los ojos para no ver la luz de su criatura, le da el bautizo de parodia.

A mí me gustan las chicas menores que yo, por eso me quedo con los arcanos menores, con las parodias menores, me llevan siempre a filosofar, a conocer cosas que dentro de mi mente adultocéntrica no me atrevo a cuestionar. Así que lector los dejo con el siguiente poema de Mainitor:

El colmo de la posmodernidad

Que el poeta
deba pagar
para que haya público presente
a sus parientes
durante la presentación de su último libro.